GRACIAS porque al fin del día podemos agradecerte, Señor y Padre nuestro, la participación en tu paternidad creadora, tan ilimitadamente repartida, que la compartes con todo ser viviente. Eres el sumo creador, pero esa cualidad no te la has reservado como atributo incomunicable y absoluto; al contrario, has poblado el universo de padres y madres, capaces y urgidos a crear nuevos seres de su misma naturaleza; un poder admirable, dignificante y gozoso: engendrar hijos, poblar la tierra, llenarla de seres iguales a ellos, dotados como ellos de un cuerpo prodigioso, de alma espiritual con potencias y atributos participados de Ti, Amor, Verdad y Bien supremos. Gracias por esos padres, hombre y mujer, transmisores de vida, que contribuyen a tu acción creadora con nuevos hijos, en un proceso fantástico de amor dulcísimo y fecundo.
Mayor gratitud aún, si cabe, por los que engendran hijos en plural, sin “númerus clausus”, sin el cálculo frío de quien entiende a un hijo como la última pieza del equipamiento doméstico. Gracias por quienes entienden su hogar como un pequeño templo con derecho de asilo, íntimo y encendido donde se vive, se engendra nueva vida y se ama en muchas direcciones: amor de esposos, de padres, amor de los hijos a los padres, amor entre hermanos, amor circular, entretejido y abierto a cuantos forman la familia sagrada por la que, Señor, te damos gracias y te urgimos a bendecirla más y más, y mucho más: que estos tiempos son recios, llenos de ambigüedad. Ayuda y gracias, Padre, Madre y Amor. Amén.