No se llena la boca de retórica fácil
haciendo de la paz un grito que se pierde.
Como quien cuece el pan cada mañana
mete en su corazón la harina de la dulce bondad.
Se lleva bien con todos,
disculpa los errores, perdona las ofensas,
desguaza el egoísmo y aprieta —con amor y firmeza—
la mano de quien tiende
la suya en busca de armonía.
Es un hombre de paz:
de la pequeña paz posible en la familia,
entre amigos,
con cuantos participan
en el banquete hermoso de la vida.
La paz cercana y fácil de su entorno.
