Tu escudo, la templanza.
Tu espada, la bondad.
Tu yelmo, la sonrisa.
Tu peto, la nobleza.
Tus botas, la generosidad.
¡Qué soldado de paz tan amigable
sembrador de mansedumbre y caridad!
Esta es la única batalla,
la guerra singular que merece librarse.
Amigo con amigo,
hombre con hombre,
corazón con corazón.
No haya lugar para la hostilidad,
la aspereza o el enfrentamiento.
Vivimos pocos días
y sólo la bondad
ha de tener cabida entre nosotros.