Nо es cuestión de palabras,
discursos о largos parlamentos.
Es, sobre todo,
comunicación interior, afectiva y mental.
La oración no se escribe ni declama;
se piensa y se siente
al mirar al buen Dios que te acompaña.
Como a un Padre: así, sin paliativos,
con sencillez infantil.
Dios siente más ternura por sus hijos
que una madre por su indefensa criatura.