No te importe
perder unos minutos o una tarde
en atender a quien te pide
que escuches la sencilla historia
que le tiene preocupado.
Quienes no tienen tiempo
son precisamente quienes suelen perderlo.
Y en pocas cosas mejor empleado
que en ser confidente del que sufre
soledad, inquietud o preocupación.
A nadie digas «no me cuente Vd. su vida».
Todos necesitamos
un hombro en que apoyarnos,
un oído que escuche nuestra tristeza,
una palabra de aliento y confianza.