El que trama venganza
mantiene abierta su herida.
Por pequeña que sea la causa,
el resentimiento es igualmente amargo
que si se tratara de un crimen.
El corazón cristiano, en ningún caso
debe latir a impulsos de venganzas.
La llaga que el mal ajeno
haya podido causarte,
sólo se cauteriza
con el perdón magnánimo y generoso.