De la broma a la humillación
puede haber sólo un paso.
Es bueno y saludable
el humor fino y amistoso.
Pero puedes pasarte en la chanza jocosa
y herir los sentimientos, la sensibilidad
de aquél con quien bromeas.
El ingenio no debe ser burlesco,
agresivo o dañino.
Por resultar gracioso
no humilles ni zahieras
a ninguna persona;
que ya bastante hacen
con prestarte atención.