
El Padre Gago sabía que Dios es amor, que el amor nace y procede de Dios, y que solo con Su ayuda podemos vencer la falta de caridad del hombre hacia el hermano.
Quienes le conocieron reiteran su constante interés por todos y por cada uno. Por el viejo conocido y por el recién llegado. Por el fraile, por el hermano, y por el último becario que se incorporaba a la emisora.
Y así, oraba:
«Ábrenos los ojos
para penetrar en el corazón de los demás,
descubrir sus soledades
y acompasar así nuestro paso con el suyo,
agarrarles los brazos y compartir con ellos
la hogaza y el botillo de vino que alegra el caminar»
(De su libro “Gracias, la última palabra”)
Concédenos, ¡oh, Padre!, estar atentos a las necesidades de nuestro hermano, a ejemplo del Padre Gago.