«Tenga corazón, señor», me dijo una mendiga
extendiendo su mano у su esperanza.
Y yo pasé de largo `
tras el escudo de razones de higiene ciudadana:
¡«no se puede pedir»,
«es fomento de vagos la mendicidad»
«que lo arregle el gobierno»!
Apenas cuatro pasos, yo mismo me di cuenta
de que, por unas u otras causas,
mi corazón se ha vuelto indiferente
al hambre y al dolor,
a la pobreza y a la soledad
de los desheredados de la vida.
Empieza a preocuparme mi corazón
enfermo.
