Carta al P. Gago

Valladolid 25 de diciembre de 2012

Sor Pilar Díez Cuadrado
Cdad. Siervas de Jesús.
Sanatorio Sgdo. Corazón-Valladolid

 

Mi querido Padre José Luis:

No tengo como tú -perdona que te tutee- el don de la palabra oral ni escrita, pero quiero compartir contigo los recuerdos e impresiones que en mí -en nosotras- han dejado tus últimas horas vividas en tu cama del Hospital Clínico ,acompañado de tus hermanos de comunidad y de sangre , que tuve la dicha de pasar junto a ti.

Tus ojos estaban cerrados, pero tu cara era portadora de bondad y paz. De esa paz que te ha acompañado y distinguido durante toda tu vida y que transmitías a cuantos que te rodeaban. Por la voz, distinguías quienes estábamos junto a ti: el Padre Manolo, que te leía la Recomendación del Alma, emocionado y tratando de contener las lagrimas. Es duro, muy duro, decir adiós a un ser tan querido. Tú no decías nada…

Iniciamos el rezo de la Salve cuando, de pronto, abriste los ojos y nos acompañaste en la oración a María: uno de tus grandes amores. Tu cara irradiaba alegría. A continuación, le dijiste al Padre Manolo lo mucho que querías y habías querido a tus hermanos de Comunidad, y que tú ya habías acabado tu tarea en la tierra.

Cuando llegó el Padre Salus te saludo con mucho cariño; alzaste un hilillo la voz apenas audible y difícil de entender, y le pediste que te cantara a la Virgen. Entonó varios cantos: entre ellos el Himno a la Virgen de la Peña de Francia que tantas veces tú cantaste cuando estabas allá arriba tan cerca de ella en tiempos de tu juventud. De nuevo, tu semblante se iluminó y tus labios seguían el canto a la Virgen morena. Yo emocionada te miraba; mejor, os mirábamos. El Padre Salus tenía tu mano derecha entre las suyas con cariño entrañable de padre, presintiendo que su querido hijo iba a separase de él.

Pasaban las horas y aparentemente tu consciencia iba disminuyendo: indicabas que estaba más cerca tu partida. Ya no veías, pero nos oías; tampoco decías nada, Cuando de pronto, intentaste incorporarte y haciendo un esfuerzo sobrehumanos nos dejaste plasmado en una frase, como legado o testamento ,lo que ha sido tu vida: “NO TENGO APEGO A LAS COSAS HUMANAS, SÓLO TENGO APEGO A LAS COSAS DE DIOS”. Gran lección y gran tarea la que nos dejas, P. José Luis. Pues para cumplir esto nos exige estar muy enamorados de Dios, como tú.

La Virgen quería portar tu alma y depositarla en el pesebre, junto a Jesús, para que fueras tú quien este año le cantaras al oído los villancicos. ¡Esos que también y tan bien, cantabas . ¡Y celebraras con Él su cumpleaños!. Por eso te fuiste despacito el sábado 22, al atardecer, a la hora de la Salve.

Ayer celebramos tu funeral. No veas cómo estaba la Iglesia de San Pablo… No sé si tú la habías visto alguna vez tan llena. Te acompañábamos gente de todo tipo y condición: desde la más alta jerarquía eclesial de la diócesis, pasando por la Diputación, tus compañeros de profesión a todos los niveles… y, -¡cómo no¡- toda tu familia de sangre y dominicana.

Nos hicieron llorar al relatarnos tu caminar por la vida dando a conocer al Maestro y Señor con la palabra escrita y hablada, con tus gestos de acogida, con tu bondad, con la paz que poseías y transmitías. En una palabra: con todo tu ser. Podemos, para finalizar, decir de ti: ”QUE PASASTE POR LA VIDA HACIENDO EL BIEN”.

Solo me queda -nos queda- despedirme de ti y pedirte que no nos dejes, que sigas alentando nuestra vida y nuestro caminar con tu palabra, con tus comentarios, con tus “Miniaturas”….Que camines a nuestro lado y nos enseñes a desapegarnos de lo humano y apegarnos a las cosas de Dios, como tú nos dijiste, que en definitiva es lo que importa.

No te digo adiós porque no te has ido; solo “hasta luego”, porque te quedaste en nosotros.