¿Cómo y en qué podemos fundamentar
nuestra soberbia y nuestro engreimiento,
si todo lo que somos y tenemos
lo hemos recibido?
Lo que hemos recibido, decimos sin embargo,
es fruto de mi esfuerzo personal,
de mi habilidad y de mi inteligencia.
Y yo pregunto:
¿Dónde he comprado y a qué precio,
la fuerza, la salud, la competencia,
la voluntad, la mente?
Vivimos de regalos de Dios.
Engreírse es fatua vanidad.