Fortaleza, amigo mío,
que, en más de una ocasión,
te sentirás cercado
por el amargo misterio del sufrimiento.
No es la contrariedad,
o el pequeño problema de la lucha diaria.
Será la enfermedad, será la muerte,
que, a alguno de los tuyos, o a ti mismo llama,
entra y se adueña de sus días.
¿Qué hacer, donde acudir, cómo entenderlo?
No hay recurso posible,
ni explicación siquiera.
Es la vida del hombre
en su condición mortal que cobra su tributo.
Importa en esa hora, blandir la fortaleza como virtud cardinal
y ponerse en las manos de Dios.
Único Señor de vida, sentido y esperanza.