Rencor, venganza, represalia…
Sentimientos que pueden asomar
ladinamente en el alma.
Tendencias que están agazapadas
y que cualquier imprevisto puede despertar.
El corazón tiene esas adherencias
y es preciso cuidar su sarpullido.
Sólo quien apuesta deliberadamente,
de manera habitual,
por la bondad y por la mansedumbre
hace imposible su brote inesperado.
No haya lugar en tu corazón
para el rencor amargo.