Como el niño que sale de su casa
y se extravía en la ciudad enloquecida,
caminamos sin rutas por la vida,
sin mapas, sin destino prefijado.
Vamos de calle en calle,
de plazuela en plazuela,
buscando sensaciones y experiencias
que figuran solamente
en el callejero clandestino,
que conducen a la aventura peligrosa.
Vericuetos hay muchos;
camino, sólo uno:
el que conduce a la Vida Inmortal:
estrecho, pero recto.