Paciencia, amigo mío.
Virtud menospreciada
que es, sin embargo,
la armadura imprescindible
para la batalla cotidiana de la vida.
Acantilado oculto y recogido
en el que, ojalá,
se amanse la bravura de las contrariedades
que forman el mar que cerca nuestro islote.
Paciencia inevitable.
Signo de fortaleza de quien soporta,
sin pestañear, la Cruz y el revés de la vida.
Paciencia, amigo mío.