La descalificación y el exabrupto
se han puesto de postín.
Hombres públicos jalonan sus discursos
y sus declaraciones a los Medios
con frases y expresiones despectivas
por resultar gracioso o aparecer en titular de prensa.
Olvidan que de la abundancia del corazón habla la boca
y proyectan de sí mismos lo peor:
¿Quién somos cada uno
para menospreciar a nadie?
No es respetable aquél que no respeta.
