Dad al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios.
Ya se encarga el poder de reclamarnos
el tributo justo y comunitario.
Dios, por su parte, no coacciona
ni exige por la fuerza
algo que, siendo justo y obligado,
le debemos entregar con libertad:
adoración y amor, respeto y culto.
A Dios lo que es de Dios,
aunque no nos sancione.
Deben brotar sencilla y espontáneamente
de nuestra condición pensante y reflexiva.