Vino Dios al mundo
e introdujo el perdón
como el arma más fuerte
para conquistar al hombre;
como el brazo más largo
para estrechar los buenos sentimientos,
para aromatizar el aire
que todos deseamos respirar.
No hay ofensa entre los hombres
que no pueda ser perdonada;
mayor es el pecado
con que a Dios ofendemos
y Él lo borra sin otra condición
que la de ser igualmente magnánimos.
