Bueno es cumplir con el deber,
hacer bien lo que hemos de hacer,
acabar perfectamente nuestra labor.
Bueno es.
Pero aún cabe
un remate que sublima
nuestro quehacer:
hacer las cosas con talante risueño,
terminar los deberes con alegría,
realizar el trabajo con agrado y sonrisa,
desarrollar la tarea con paciencia y simpatía.
Si el trabajo ennoblece y dignifica,
hecho con optimismo
se transforma en oración y en alabanza.